El fundador Vicente Riera se decantó a abrir en este punto porque era un cruce de caminos.

Can Tixedó abre por primera vez sus puertas un día de San Joan de 1943 en un cruce de caminos en Forada, Buscastell, en el interior de la isla de Eivissa. «Vicente Riera montó el colmado Can Tixedó en este cruce de caminos porque la pareció un sitio estratégico ya que estaba cerca de diferentes zonas. En su primera etapa era una tienda-colmado donde se compraba y vendía de todo un poco: huevos, granos para los animales y, al mismo tiempo, también se servía un vinito o una copita de coñac», rememora Joan Colomar, que actualmente regenta el negocio familiar con sus hermanos Pepe y Lina. El padre de estos tres hermanos era el ahijado del fundador original de Can Tixedó. «Vicente Riera, el fundador es tío-abuelo mío, y era padrino de mi padre. No tenía hijos y mi padre era el pequeño de la familia. Entonces, lo mandaron allí a ayudarle y fue cuando aprendió el negocio. Cuando mi tío abuelo tiene la edad de jubilarse, mis padres se hacen cargo del negocio. En esos momentos iniciales era más tienda que bar, al estilo de aquellos años, es decir, se ofrecía algo de comer y beber y era un colmado donde podías encontrar lo que te hacía falta», explica Joan Colomar.

Con sus padres ya al frente del negocio, los tres hermanos hacían prácticamente vida allí, pues la casa estaba al lado y cuando podían echaban una mano a sus padres y la escuela, además, estaba muy cerca. Una de las anécdotas más curiosas que recuerda Joan Colomar es que Can Tixedó es más antiguo que la escuela de Buscastell, razón por la cual «se llegó a ampliar una sala de Can Tixedó como escuela, para dar clase porque aún no estaba creado el colegio».

RENOVACIÓN. Tras haber completado el colegio, Joan Colomar estudió FP de Administración y Dirección de Empresas en Eivissa. Cuando cumplió 18 años le llamaron para hacer el servicio militar. «Podría haber seguido estudiando, pero al cumplir la mayoría de edad mi padre me preguntó si me quería hacer cargo del bar; en la tienda todavía estaba mi madre». Joan no se lo pensó: «Era una persona joven a la que le dan una oportunidad y me lancé; me saqué el autónomo y tomé las riendas del negocio». Invirtió en una cafetera porque no había «y empezamos a hacer una pequeña carta de tostaditas. Mi padre me echaba alguna mano en la cocina haciendo tortillas, fritas de pulpo y de cerdo, por ejemplo». ¿Y sintió vértigo ante esta aventura empresarial? «Empecé prácticamente de cero porque no había ni cafetera. Quería darle un nuevo aire, convertirlo más en cafetería y bar. Ya venía bastante gente por allí, clientes extranjeros, pero quería darle un nuevo aire». En 1997, la tienda-colmado se mudó a un local de atrás de Can Tixedó, por lo que le quedó una gran sala vacía para el bar «con enormes paredes blancas».

Trabajadores de Can Tixedó
Joan Colomar, primero por la derecha, con su equipo de trabajadores.

Joan Colomar recuerda que siempre le ha gustado pintar y dibujar, además era socio de la Asociación de Jóvenes Artistas de Sant Antoni y fue entonces cuando se le ocurrió una idea que sentaría las bases de lo que hoy es Can Tixedó Art Café. «Se me ocurrió montar una exposición de la asociación de jóvenes artistas de Sant Antoni. Julio Bauzá, que ya era un artista consolidado, participó y trajo a otros artistas, como Kinoto o Antonio Hormigo. Todos ellos y más colaboraron y quedó tan bien que aún seguimos organizando exposiciones». Buena parte del éxito de esa primera exposición es la mezcla de artistas, pues se podían encontrar obras de artistas consolidados y otros más jóvenes que estaban empezando. «Había una mezcla curiosa y funcionó. La gente empezó a preguntarme si podía poner sus cuadros y cómo funcionaba y así surgió; fue todo bastante natural». Joan Colomar afirma que sigue apostando por las exposiciones, pues es «algo original, que nos diferencia. Nunca ha sido lo prioritario porque no da beneficios, pero sí que aporta al local un aire que me gusta y atrae a un público con inquietudes culturales, además de darnos a conocer». Desde que inaugurara esta primera exposición en 1997, Can Tixedó ha podido albergar más de 250 muestras.

Durante sus 80 años de vida, Can Tixedó ha acogido siempre a una gran variedad de clientes, tanto extranjeros como residentes. «Siempre ha venido gente muy interesante; me sentaba a charlar con ellos cuando tenía más tiempo y te aportan ideas, te abren la mente y mantengo amistad con muchos de ellos; me han invitado a sus casas, por ejemplo. Es muy enriquecedor a nivel personal». Inicialmente, la clientela eran más payeses de la zona, «pero yo me crié en la escuela con mis amiguetes, que eran hijos de los hippies. Recuerdo que también había bastante extranjero».

Actualmente, muchas de estas personas han marchado de la isla «porque se ha puesto complicado el vivir en el campo a un precio razonable y han aparecido extranjeros con un alto poder adquisitivo, que no sé si será mejor o peor porque la gente con tanto dinero no es de bajar al bar a charlar con los vecinos como pasaba antes». Aún así, Joan Colomar afirma que tienen clientes de todo el mundo. «Yo siempre les digo a mis empleados que no estamos en primera línea y que hay que hacer muchas curvas hasta llegar aquí; tiene que ser una experiencia enriquecedora para querer volver». De hecho, su principal característica es que está en el interior de Eivissa, alejado de la ‘locura’ que se puede encontrar en otros puntos de gran afluencia turística. «Se mezclan turistas con residentes, es un sitio para desconectar, para salir de la urbe y estar tranquilo. No es un lugar pretencioso ni para ser visto sino para estar tranquilo, pasar desapercibido y compartir buenos momentos con familia o amigos. Merece la pena acercarse a Can Tixedó porque mantenemos la esencia de antes, de lo que nos hizo conocidos, y no hablo de las discotecas».

GASTRONOMÍA. En Can Tixedó se puede encontrar cocina mediterránea-creativa, elaborada con productos de kilómetro cero y mucho cariño. Hace siete años, cerraron la tienda por «la dura competencia de las grandes superficies; la gente cogía el coche y se iba a estos grandes supermercados y se quedó la tienda para los ‘pequeños olvidos’, como se suele decir y eso no daba. Eso sí, cerramos con la intención de volver algún día». La llegada de la pandemia supuso un punto de inflexión, pues les hizo reabrir la tienda en un formato más reducido y ofreciendo productos que no se pueden encontrar en otros grandes supermercados, además de habilitar una zona de barbacoa al aire libre en el bar. «La pandemia fue el detonante que hizo que nos pusiéramos las pilas. Aprovechamos los cierres obligatorios para mejorar cosas que nunca teníamos tiempo para arreglar y, por ejemplo, ampliamos la cocina haciendo un gran esfuerzo económico», explica Joan Colomar. Así fue cómo hace dos años abrieron en el antiguo huertito de la casa una zona de barbacoa al aire libre y, en febrero de este año, el pequeño colmado de Can Tixedó reabrió sus puertas con productos como vinos selectos, flaons, sombreros y cestos payeses. «Un poco como era originalmente; un poquito de todo, pero más enfocado al tema alimentación», concluye.