La guerra de Ucrania ha pasado a un segundo plano de la actualidad, con menos acción militar, tras el inicio de la contraofensiva ucraniana. Vemos todos los días hasta qué punto, esta guerra querida por un solo hombre, Vladimir Putin, se ha convertido en el eje central para la recomposición del mundo. Su impacto, más allá de su apuesta territorial directa, del destino del Donbas, de Crimea o del futuro de Ucrania, es global y dará forma al mundo de los próximos años, en función del equilibrio del poder o las relaciones de fuerza.

De hecho, basta con ver como los actores mundiales se posicionan. China se mantuvo alejada durante meses a pesar de su sostén político al discurso antioccidental del Kremlin y asumiendo ahora un papel cuyo objetivo no acaba de concretarse, salvo en las secuelas de la vieja amistad con Rusia, que reafirma en cada ocasión. Nadie está verdaderamente seguro de los objetivos de Xi Jinping sobre el dossier ucraniano, aunque está informado. De sus posibles contactos telefónicos con Volodimir Zelenski, apenas se sabe nada, y de su consistencia tampoco o de posibles comentarios de Putin sobre los nazis que mandan en Kiev. La realidad es que Xi, siempre habla en su propio interés, tranquilizando a los europeos para que no sigan los consejos de los norteamericanos en su guerra fría con Pekín. Algo parecido se desprende con el juego diplomático de Lula, volviendo a la cabeza de Brasil, perdiendo el tiempo para explicar que un mundo alternativo con Xi sería deseable, así como jugar con todas las ambigüedades del mundo actual, sin explicar en qué mundo está soñando, asociándose con los autócratas, utilizando a los BRICS y colaborando con un Putin inculpado por la corte penal internacional. Hasta cuando amigos de Lula y 13 países, que un día y otro le ofrecen su adhesión, y que en veinte años no ha sido capaz de cambiar el mundo. Lula sigue enredando principalmente para postergar al dólar.

Es el momento de preguntarse en qué se parecerá el mundo después de la guerra de Ucrania. Desde China ha llegado a Europa la original idea de la creación de un G4 como directorio mundial del que formarían parte, los Estados Unidos y China, las dos superpotencias del siglo XX, la Unión Europea y el Sur Global.

Es notable la bajada de nivel de Rusia como superpotencia; parece que Pekín la infra pondera para asignarle un estatuto de junior partner de China. Destaca el papel atribuido a la Unión Europea recalificada por su conexión con la OTAN y nivelada con China y Estados Unidos. La cuarta entidad sería el Sur Global convertida en un polo que estructuraría la idea del G4, que no es novedad, sino la evolución de antiguo G7, que acaba de reunirse en Hiroshima bajo presidencia Japonesa. De ellos Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, UK, que incluidas en la entidad Unión Europea, estarían en el G4.

Se aclara que el Sur Global agrupa un conjunto de países no occidentales y que no se apoyan en Moscú. Que China fuera partidaria de estas alternativas podría explicar un cambio de actitud sobre la guerra de Ucrania.