A principios de la década de los 80, durante un período tenso de la guerra fría, la antigua URSS temía que Estados Unidos, su aliado, estuviera considerando un ataque nuclear y buscaron señales de advertencia. La lista de indicadores de la KGB iba mucho más allá de la esfera militar. Las grandes campañas para donar sangre, la matanza de ganado y el movimiento del arte, podrían indicar que se avecinaba un ataque.

Hoy, un nuevo tipo de guerra fría enfrenta a Estados Unidos y China. Y nuevamente, los analistas están buscando señales de un potencial conflicto. El punto álgido más probable es Taiwán, sus preparativos militares serían difíciles de ocultar. Pero antes de que las tropas comiencen a movilizarse, otras acciones de naturaleza económica y financiera podrían indicar la intención de China. La URSS confundió actividades ordinarias, como las campañas de donación de sangre, como posibles indicadores de guerra. Cuando se trata de China, encontrar señales en medio del ruido es aún más difícil. El país ha pasado décadas mejorando sus fuerzas armadas. Rutinariamente almacena alimentos y ha endurecido su economía frente a posibles sanciones. Estas acciones han alimentado temores de guerra, pero no significan necesariamente que sea inminente.

El desafío para las agencias de inteligencia occidental, entonces, es imaginar cómo China podría desviarse de esta línea de base cautelosa en el periodo previo a un ataque real. Un área en la que centrarse son las materias primas, es decir, la energía, los alimentos y los metales. China querría asegurar suministros adecuados antes de lanzar una invasión. Muchos de estos bienes provienen del extranjero y los compra el estado, por lo que los datos comerciales son un indicador útil de las intenciones del gobierno. Ningún punto de datos único indicará que se avecina una guerra, pero un sistema plausible de alerta temprana podría formarse mediante la combinación de observaciones o por la firma de contratos que asegurasen los suministros a corto plazo. Mientras que se necesite combustible para impulsar la maquinaria de guerra, se deben obtener alimentos para sostener a su gente.

En 2021 se comprobó que las reservas de trigo podrían satisfacer la demanda durante 18 meses ¿Cómo podría China cambiar su comportamiento si la guerra estuviera en el horizonte? Probablemente compraría más alimentos. Un producto a tener en cuenta es la soja, ya que China importa el 84% de sus existencias. Cuando se trata de metales el desafío puede ser mayor. Elementos como el berilio y el niobio se utilizan para fabricar equipo militar y el platino y el paladio en la industria del automóvil. Sus patrones de consumo no están claros. En julio se anunció controles a la exportación de galio y germanio dos metales utilizados en los chips. Sin embargo, esto era parte de su batalla tecnológica con Estados Unidos no una señal de guerra inminente.

La rivalidad entre grandes potencias implica muchos empujones en torno a alianzas. El mes pasado brindó la oportunidad de examinar dos esfuerzos de creación de alianzas en competencia. Uno es el impulso, liderado por China, para crear un bloque de economías emergentes que actúe como contrapeso a Occidente. Éste era el objetivo de la cumbre de los BRICS celebrada en Johannesburgo, a la que asistieron Narendra Modi y Xi Jinping, los líderes de India y China. El otro es el fortalecimiento de la red de defensa de Estados Unidos en el Pacífico. De los dos esfuerzos, el de Estados Unidos es más convincente.