Un salón de clases de una universidad. | Imagen de Dazai Osamu en Pixabay

Daniel Arias-Aranda es un profesor de la Universidad de Granada con más de 20 años de experiencia cuyo artículo sobre el estado actual de la educación publicado en un periódico estas Navidades se ha hecho viral.

EL escrito se ha compartido en innumerables ocasiones a través de las redes sociales y comienza así: «Había matriculados más de 500 alumnos [en sus clases]. Era imposible distinguir las caras de los que se sentaban en aquellas gigantescas aulas. Las clases estaban llenas, algunos alumnos se tenían que sentar en las escaleras porque no cabían».

«Había cola en la puerta de mi despacho. Responder dudas y consultas era tan agotador como gratificante». Sin embargo, este profesor asegura que la situación en la actualidad ha cambiado radicalmente: «Hoy me dedico a engañar más que a enseñar», confiensa.

Y no duda en apelar directamente al alumnado: : «¿Te crees que no me entero? Mientras doy clase veo tu cara de soslayo. No estás en clase, estás en Instagram. Pero yo me hago el tonto y miro par otro lado».

Detalla que «es raro que alguien pregunte, por mucho que se les incite a hacerlo» y quince minutos antes de que finalice la clase «ya están recogiendo sus cosas, deseosos de salir».

Arias-Aranda no está en contra del uso de la tecnología en el aula, pero defiende que su uso debe hacerse con fines educativos exclusivamente y critica el descenso del nivel educativo en los últimos años con el uso de la tecnología como causa principal.

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«Soy consciente que para vosotros, soy solo un estímulo más que compite con las redes sociales y el vasto imperio de internet. Evidentemente, soy más aburrido que un video de influencers de TikTo″, relata. «Es un elemento disruptivo», explica el catedrático, «se pierde esa comunicación directa entre alumno y profesor».

El profesor reconoce que «el nivel de la asignatura ha bajado. Hacemos parciales tal y como establece la evaluación continua para tratar de aprobar a un mayor número de estudiantes. El nivel de los trabajos y presentaciones de los alumnos no pasaría, en su mayoría, los estándares del teatrillo de Navidad de primaria. Pero eso, para nosotros es más que suficiente para poner un 5″.

Por esto es que sentencia que se dedica a «engañar al alumno», porque viven «en una mentira edulcorada por los propios catedráticos». De hecho expone que hace años que no recomienda «a ningún alumno para ninguna empresa».

Y prosigue: «No tienes capacidad de expresión. Tu vocabulario es muy básico y se limita a verbos débiles; Por ello, cuando entregas un trabajo o haces una exposición de un texto que has copiado de Wuolah, El rincón del vago u otros, sé de sobra que no lo has escrito tú; Por supuesto, al exponer en clase, la frase del punto anterior la has leído literalmente de tu móvil, del que no despegas los ojos; No sabes estar. No te dignas a respetar la institución milenaria que te acoge y que se llama universidad; Si tu expresión es limitada, tu escritura lo es más; Jamás hubieras superado esta asignatura hace 10 o 20 años; Tu nivel de lenguas extranjeras es nulo; Las habilidades blandas brillan por su ausencia. ¿Liderazgo, resiliencia, trabajo en grupo? Son básicas para cualquier empleo: Vives anestesiado por las redes sociales».

Con respecto a prohibir el uso de ordenadores y teléfonos móviles en las aulas Arias-Aranda no cree que sea una solución: «Son mayores de edad y yo soy profesor, no soy policía». Por otro lado, el educador reconoce que algunos de los conceptos que enseña pueden ser difíciles de entender pero él cree que necesita ser exigente en su enseñanza para brindar una educación adecuada, no solo entretenimiento.

Muchos otros profesores le han mostrado su apoyo.