Activistas de la unión comunista PAME despliegan una pancarta gigante en la Acrópolis de Atenas para mostrar su desacuerdo con el nuevo plan de austeridad. | PANTELIS SAITAS

Los bancos más expuestos a la deuda helena, los franceses y alemanes, están dispuestos a contribuir al segundo rescate de Grecia a partir de una propuesta dada a conocer por el presidente galo, Nicolas Sarkozy, que fue recibida favorablemente por los mercados.

La Eurozona desea que la banca contribuya a la resolución de la crisis, aportando unos 25.000 millones de euros al segundo plan de asistencia financiera a Grecia, que podría ascender a 110.000 millones, según adelantó la pasada semana el primer ministro griego, Yorgos Papandréu.

Los banqueros franceses, según dijo Sarkozy, está dispuestos a participar en el plan para esquivar la declaración de un impago parcial de la deuda helena, situación que se pretende evitar a toda costa por considerar que tendría un impacto superior a la caída de Lehman Brothers en 2008.

Reinvertir la deuda

La iniciativa francesa consiste en reinvertir en Grecia únicamente el 70 % de los títulos de deuda que venzan en los próximos tres años: un 50 % serviría para adquirir nueva deuda helena con un plazo de 30 años, mientras que el 20 % restante alimentaría un fondo de inversión en activos de gran calidad, dedicado a avalar los nuevos préstamos griegos.

La modalidad elegida supondría que sólo se volvería a prestar a Grecia el 50 % de las cantidades devueltas por el Tesoro heleno, pero permitiría consolidar el carácter voluntario de esta contribución, alejando el riesgo de declaración de «incumplimiento crediticio» por parte de las agencias de calificación de riesgos.

El Banco Central Europeo ha amenazado con dejar de aceptar deuda griega como aval en la refinanciación de los bancos griegos, en caso de que la solución acordada provoque una declaración de impago, porque considera que tendría nefastas consecuencias, también para los países más susceptibles al contagio.

En este sentido, el fondo para avalar la deuda consolidaría el carácter «voluntario» para los bancos, que hasta ahora habían demandado garantías para mantener su exposición en un país de solvencia dudosa, extremo rechazado por Alemania.