Recientemente, en internet circula una historia de una jóven que cuenta que, junto a dos amigas fueron a un restaurante de lujo con una estrella Michelin a celebrar una cita importante. Al ver la carta de vinos, eligieron uno que les pareció bueno y que, según pensaban, valía 22 euros. Cuando se acabaron la botella, el camarero les ofreció otra. Y luego, otra más. Tres botellas que creían que les costarían 66 euros, sin percatarse de que el 22 no llevaba el símbolo de €, sino una K, la abreviatura inglesa para mil.

El asunto terminó con la intervención de la Policía y una denuncia del restaurante. Aunque jamás se ha demostrado que estos hechos fueren verídicos, la historia ha aparecido incluso en los medios tradicionales, dando una capa de credibilidad a un hecho que no tiene ningún fundamento. «En España no hay muchos restaurantes que tengan una referencia de 20.000 euros. Se trata de una circunstancia inusual, pero es que tener tres botellas de la misma añada, tan caras, es insólito», dice a este diario Jorge Dávila, jefe de sala del restaurante Volea y Premio Nacional de Gastronomía. Dávila también se pregunta si el sumiller les dio a las amigas el vino sin avisarles del precio. «Llevando el caso al extremo, me puedo llegar a creer que un sumiller te ponga un vino de ese nivel sin decirte nada. Si lo pides, te lo van a poner. Ahora, te aseguro que, a la segunda botella, les va a hacer entender lo que están haciendo".

@nataliaxprr

de verdad que no vivo pensando en esas niñas

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