El yogur ha sido durante años una recomendación nutricional clásica. | Tirachard Kumtanom

El yogur ha sido, durante años, uno de los alimentos más recomendados por nutricionistas y especialistas en salud. Su textura cremosa y versatilidad lo convierten en una opción preferida para el desayuno o la merienda. Pero, ¿qué sucede realmente en nuestro organismo al integrar este lácteo a nuestra rutina diaria? Expertos profundizan en esta cuestión, destacando tanto sus virtudes como los cuidados que hay que tener a la hora de ingerir este producto. También advierten de posibles consecuencias si se consume en exceso o si no se escoge adecuadamente.

Uno de los beneficios más conocidos del yogur es su capacidad para favorecer el tránsito intestinal. Esto se debe a la presencia de probióticos, que son microorganismos beneficiosos que refuerzan la flora intestinal, ayudando en la digestión y evitando problemas como el estreñimiento. Por otro lado, destaca por su riqueza nutricional. Aporta una variedad de vitaminas y minerales esenciales para el organismo, además de proteínas y otros compuestos que contribuyen al bienestar general. Todo esto, con un balance calórico que, en principio, se ajusta a las necesidades de la mayoría de las personas.

A pesar de los innegables beneficios, no todos los yogures del mercado se crean iguales. El exceso de azúcares añadidos en muchos productos, especialmente en aquellos de sabores, es un factor preocupante. Estos azúcares pueden elevar el nivel de glucosa en sangre, aumentando el riesgo de problemas metabólicos y otras afecciones relacionadas. Dado este panorama, los expertos recomiendan siempre revisar las etiquetas nutricionales. Es esencial optar por yogures que no contengan azúcares añadidos o, en su defecto, que la cantidad de estos sea mínima.

Como con cualquier alimento, el exceso nunca es beneficioso. Consumir yogur en grandes cantidades puede desencadenar molestias gastrointestinales, como hinchazón, calambres o diarrea. En algunos casos, podría provocar reacciones más severas, como náuseas o vómitos, señales claras de que se está consumiendo en demasía. Además, aunque pueda parecer sorprendente, un consumo excesivo de lácteos, incluyendo el yogur, puede afectar la salud de la piel. Se ha asociado la ingesta de ciertos productos lácteos con el empeoramiento del acné, debido a las hormonas presentes en estos alimentos. Esta relación se atribuye a posibles alteraciones en la regulación de la insulina.

Es cierto que los yogures, especialmente aquellos que no son desnatados, contienen grasas. Sin embargo, no todas las grasas son perjudiciales. El problema surge cuando, al intentar eliminar las grasas, se incorporan azúcares y otros aditivos para mejorar el sabor y la textura del producto. En definitiva, los yogures, en su versión más natural y sin aditivos, son una excelente adición a la dieta diaria. Sin embargo, como consumidores, es fundamental ser críticos y conscientes al elegir qué yogur incorporar a nuestra alimentación. Las recomendaciones de los expertos son claras: optar por yogures naturales o, al menos, aquellos con bajos azúcares añadidos y, por supuesto, disfrutarlos con moderación.