Los periódicos (debería ser innecesario señalarlo) no deben dar voz a las manías de cualquier persona y mucho menos cuando sus opiniones y aseveraciones sean mentira y puedan ser constitutivas de delito o hablen gratuitamente de quienes no pueden defenderse. Eric-Jan Harmsen, en una entrevista de 2018, ya dijo algunas cosas que no se ajustaban a la realidad; la última entrevista, del 16 de febrero, ya ha llevado mi indignación a un punto en el que me veo obligada a responder.

Vamos a aclarar algunas cuestiones. Cuando se realizó el traspaso del bar Pereyra, yo ya tenía más de treinta años y conozco perfectamente cómo se gestó esa venta, porque quien lo vendió era mi padre. Si, en ese momento, mi padre vendió el bar fue porque tenía otros proyectos en mente y porque le dio la gana, porque siempre se caracterizó por hacer lo que quiso, no porque lo necesitara. Nadie quiso deshacerse de él ni el bar estaba en declive ni el barrio era un simple aparcamiento, tal y como asegura ese señor.

El barrio en el que se encuentra el Pereyra era una zona con prósperos negocios (algunos continúan allí) y este señor y quien le da voz sin el más mínimo intento de corroborar la información están insultando a los ibicencos, que no necesitamos que vengan de fuera a «dar luz» a nuestros barrios.

El Pereyra, el de antes, el auténtico, era un bar conocidísimo al que acudían vecinos de toda la isla a desayunar y a jugar a las cartas, en el que se reunían grandes referentes de la cultura de la isla, en el que a menudo desayunaban Elmyr de Hory o Portmany. Era un bar en el que se jugaron muchas fortunas y el que elegían todos los reconocidos médicos que había en la isla. La del bar Pereyra es una historia maravillosa que los periódicos no contarán jamás porque las historias de los ibicencos no les interesan; sólo interesan las historias de los que han llegado a la isla a colonizarnos, a ‘salvarnos’ y «poner luz» a nuestros barrios. A los periódicos, al parecer, les interesan más quienes abren garitos de luces de colores que quienes han conformado y forjado la historia de Eivissa. ¡La historia de verdad! Y creo que somos muchos los ibicencos cansados de que vengan a salvarnos y de los intereses que mueven a los medios a darles voz acallando a los ibicencos.

El trato que, según usted, hizo con los Matutes, señor Eric-Jan, lo ignoro, pero el crédito del que habla no se lo dieron para quitarse a ninguna familia de encima (algo que, por cierto, no tiene ningún sentido y el redactor podría haber meditado). Lo que tengo claro es que mi padre, para facilitarle las cosas, le dejó pagar una cantidad inicial y luego varios plazos y el último, por lo que sé, no se llegó a pagar nunca. No me consta que se pagara, desde luego, pero como aquí se puede hablar sin pruebas, pues yo también lo hago. Decir que querían quitarse a esa familia de encima es un comentario posiblemente injurioso y, desde luego, con muy mala fe.

En referencia al señor Vilás, le puedo asegurar que mi padre y él mantuvieron siempre una relación de respeto y cariño mutuo, hasta la muerte de Kiko Vilás. Y mi padre mantuvo siempre relación con el Banco Abel Matutes Torres.

Mi padre murió en el año 2015, con casi cien años de edad. Seguía siendo administrador de sus propiedades, nunca se jubiló ni fue pensionista. Y, de lo que más orgulloso estaba, era de haber tenido el bar Pereyra durante tantos años y de seguir siendo conocido como Pepe d’es Pereyra.

Es indignante que crean que se puede publicar cualquier cosa, sin ni siquiera pararse a pensar que están dando por ciertas mentiras, que pueden incurrir en delitos contra el honor y que hablan de personas reales, queridas, añoradas y conocidas a las que pueden hacer daño. Es muy miserable ofender o faltar al respeto a quien ya no puede defenderse. Y resulta increíble que haya tenido que verme obligada a escribir una carta como esta. Quedo a la espera de una disculpa pública, tanto de quien, pretendiéndolo o no, ha difamado y agraviado, como de quien le ha dado el altavoz para sus ofensas.