Las elecciones en Grecia han confirmado la victoria de Syriza, el partido de izquierda radical que lidera Alexis Tsipras, que se ha impuesto con claridad a Nueva Democracia, el actual partido en el gobierno que preside Andonis Samarás. Los griegos han apostado por la fórmula más arriesgada para salir de la crisis, pero quizá también la única posible tras la rendición de las grandes formaciones tradicionales –tanto de derecha como de izquierda– ante las exigencias de la Unión Europea, que han devastado la economía y la sociedad tras el rescate. Las políticas de austeridad salvaje impuestas a Grecia han sido el impulso político de Syriza; ahora ya sólo cabe esperar las consecuencias.

Expectación europea. Pocos comicios habían despertado tanto interés como los que ayer se celebraron en Grecia, en especial en el seno de la Unión Europea. Tsipras ha centrado su mensaje en la exigencia de una nueva relación con Bruselas que permita poner fin a las políticas de recorte que, de manera sistemática, ha impuesto al país heleno y que han acabado empobreciendo a sus ciudadanos. La votación de ayer y su resultado es una clara advertencia, un aviso, de que las sociedades no pueden ponerse a prueba de manera indefinida. El aguante de los griegos ha llegado al límite y Alexis Tsipras ha logrado capitalizar este sentimiento. Las dudas –y temores– surgen en el cómo sacará a Grecia de la crisis sin que la Unión Europea le dé la espalda.

Lectura política en España. Syriza es el equivalente griego de Podemos, motivo por el cual la victoria de ayer se querrá transponer a España. Aunque subyace un discurso paralelo entre ambos partidos, la situación de nuestro país, afortunadamente, no es comparable a la de Grecia, que tuvo que ser rescatada ante el fenomenal descalabro de su economía. Por tanto, el ‘efecto Syriza’ en Podemos puede quedar muy condicionado por las primeras decisiones de Tsipras, aunque ya resulta indudable que el modelo populista es una alternativa real de poder.