El nuevo presidente de Grecia, Alexis Tsipras, aprovechó una reunión del comité central de su partido, Syriza, para lanzar un duro ataque contra la actitud de España y Portugal durante las negociaciones del Eurogrupo. El líder griego salía así al paso de las crecientes críticas internas, que también han ocasionado protestas en la calle, por el resultado de las nuevas condiciones impuestas por Bruselas para prorrogar sus ayudas. Tanto Madrid como Lisboa han desmentido que estén tratando de bloquear las propuestas de Tsipras, aunque el ministro de Economía español, Luis de Guindos, ha reiterado que las ayudas prestadas al rescate del país heleno exigen unas contrapartidas que deben cumplirse.

Una operación de imagen. Tsipras trata de desviar la atención del debate hacia una confrontación con otros países de la Unión Europea, en este caso España y Portugal, con el pretexto de que Syriza, y lo que representa, es ahora el objetivo político y electoral a batir. El argumento puede que tenga recorrido en Grecia cuando todavía no ha languidecido la euforia de su victoria electoral, un éxito que sorprendió y preocupó en igual medida a todas las cancillerías europeas. Sin embargo, Alexis Tsipras y su equipo económico no han logrado doblegar al Eurogrupo, aunque es cierto que se han flexibilizado determinadas condiciones.

Política y economía. El Gobierno griego juega en Bruselas con dos cartas: la política y la económica. La primera es su gran baza, consciente del duro golpe que sería expulsar el país de la zona euro y lo comprometido que dejaría el proyecto de la Unión Europea de cara al futuro. La segunda es la más peligrosa para ambas partes en la medida de que endurecer, todavía más, los ajustes en Grecia aumentaría la animadversión de los griegos contra las instituciones europeas y lo que significan. La cuestión es determinar hasta cuándo se pondrá mantener la tensión.