Los pésimos resultados obtenidos por el Partido Popular en las pasadas elecciones autonómicas de Andalucía han generado una importante brecha en el seno de la dirección estatal de los conservadores, hasta el punto de que no han faltado voces –nunca de una manera explícita– que han cuestionado a su líder, Mariano Rajoy. De cara al exterior, la Junta Directiva Nacional que se reúne hoy en Madrid quiere proyectar una imagen de unidad para centrarse en el mensaje económico de cara a la próxima confrontación electoral del mes de mayo y recuperar, en la medida de lo posible, el terreno que pierde a tenor de las últimas encuestas.

Liderazgo cuestionado. La debacle andaluza ha propiciado la debilidad de Rajoy ante algunos de sus ‘barones’, desde Javier Arenas –enfrentado a Dolores de Cospedal– hasta Esperanza Aguirre que, por razones diferentes, arrementen contra la dirección nacional del PP. Los presidentes regionales también se sienten perjudicados por la acción del Gobierno. Sienten cómo se alejan las expectativas electorales y las cómodas mayorías de las que han disfrutado durante la legislatura que acaba. Sólo la incombustible Aguirre –candidata al Ayuntamiento de Madrid– admite la imposición de condiciones a Rajoy para aceptar el envite electoral; de hecho, ella es la única voz disonante en público respecto a las decisiones que emanan de la dirección estatal.

Rentabilizar la economía. Rajoy y sus asesores están enfrascados en la argumentación de que la mejoría de la economía española –cuya evolución positiva es indiscutible– garantizará el éxito electoral. La sociedad no parece coincidir en el análisis y la irrupción de nuevas formaciones en el panorama político –las más importantes serían Ciudadanos y Podemos– quiebra el bipartidismo y, como efecto añadido, deja al PP sin la hegemonía política del centroderecha. El discurso oficial del PP se distancia del sentir real de sus bases, un problema que está ya fuera de control para la cúpula de Génova.