El referéndum convocado por el Gobierno griego ha rechazado la última propuesta de la Unión Europea –que al final no fue presentada de manera formal– para asegurar el segundo rescate económico del país, un paquete de medidas de ajuste económico que el presidente, Alexis Tsipras, quería someter a la consideración de los ciudadanos. En este sentido, Tsipras ha logrado una importante victoria política –refuerza su posición ante los interlocutores europeos y aleja una posible convocatoria de elecciones– pero mantiene todas las incógnitas abiertas respecto al futuro de Grecia y su permanencia en la eurozona.

Acercar posturas. No se puede ocultar que el resultado de la consulta es un contratiempo importante en las relaciones de Grecia con sus acreedores europeos, en especial con Alemania, cuya canciller, Angela Merkel, no ha escatimado apoyos a las tesis del ‘sí’ en esta consulta. La tensión, por tanto, entre Bruselas y Atenas alcanza, a partir de ahora, un grado desconocido, entre otras razones, porque las decisiones han superado los posibles acuerdos en la mesa de negociaciones. Tsipras y su equipo tienen un mandato que puede desembocar en un callejón sin salida si no se aplica flexibilidad e imaginación para resolver el conflicto.

Los griegos, la prioridad. Los griegos no quieren continuar siendo las víctimas del desastre económico que han provocado, durante décadas, sus gobernantes. Ésta es la primera conclusión del referéndum celebrado ayer. Por eso es el momento de plantear soluciones que contemplen todas las hipótesis, pero siempre tratando de salvaguardar el interés de los ciudadanos. El tema rebasa el ámbito de la negociación estrictamente en términos económicos; también tiene unas derivaciones políticas y sociales que no se deben soslayar. Ahora, la respuesta está en la reacción de los socios de la Unión Europea; en cómo resuelven la quiebra real de uno de sus miembros.