Al cumplirse los primeros cien días del Govern que preside Francina Armengol es inevitable referirse al cambio más evidente, y quizá trascendental. La nueva mayoría parlamentaria ha supuesto la ruptura con el concepto de gestión política de la que hizo gala el PP durante la pasada legislatura, caracterizada por la prepotencia de la que hacía gala José Ramón Bauzá. Términos como diálogo, pacto o acuerdo han regresado al vocabulario institucional; todo un avance del Pacte, que responde, sin duda, a una reclamación de buena parte de la sociedad balear. Cabe esperar que esta nueva actitud se mantenga durante los próximos años.

Conciencia social. El equipo de Armengol, PSIB y Més, con el apoyo externo de Podemos, ha fijado unas prioridades sociales muy claras. La implantación de la renta social básica o la distribución de las tarjetas sanitarias a los inmigrantes ilegales son un claro ejemplo, pero no los únicos. Desactivar el conflicto educativo o mejorar la atención sanitaria, como la ampliación de los horarios en los centros de salud, también ha marcado las primeras decisiones de un Govern, como reconoció ayer su presidenta, lastrado por una financiación muy deficiente. Sin autonomía financiera no puede hablarse de autonomía política, un problema crónico de Balears, perfectamente diagnosticado pero que ningún Gobierno ha querido resolver.

Evitar la inestabilidad. Los primeros pasos del nuevo Govern no están exentos de problemas y dificultades, y quizá el más evidente sea el complicado ensamblaje del Pacte; en especial por el papel que está desempeñando Podemos. La imagen que se está proyectando en estos primeros meses de la legislatura debilitan los planes gubernamentales, tan ambiciosos como necesarios en determinados aspectos. Cabe suponer que las tensiones actuales responden a un juego táctico previo a los comicios de diciembre, pero es urgente cohesionar la acción del Govern para afrontar con eficacia los retos políticos pendientes.