La paciencia y el sentido de responsabilidad del autogobierno balear podría llegar a su límite. La última jugada del ministro en funciones Montoro, negándole al Govern 80 millones para carreteras comprometidos en un protocolo firmado hace muchos meses, va más allá de una jugarreta política o partidista. Constituye una ofensa a todos los ciudadanos del Archipiélago. Montoro niega el dinero porque cree que la consellera Cladera no lo destinará a carreteras sino a enjugar el déficit. Tal actitud merecería una respuesta contundente por parte de la sociedad balear.

Demasiada bonhomía. Si de algo es culpable el Govern balear, sea cual sea el color político que lo conduzca, es de bondad y resignación ante la prepotencia de Madrid. Desde hace más de cincuenta años no ha hecho otra cosa que aumentar el dinero isleño que se va a las arcas del poder central para no regresar jamás. La consecuencia es que el Archipiélago ha perdido el liderazgo como comunidad más próspera del Estado. Ahora, con sus instituciones endeudadas, Balears no puede alcanzar la definitiva recuperación económica. El sector privado avanza, pero lastrado por la falta de inversiones públicas, provocada en buena parte por la cicatería de Madrid.

Es preciso reaccionar. La sociedad isleña es laboriosa, constante y creativa, pero desde siempre se ha mostrado demasiado sumisa ante la injusticia. Mientras es una comunidad que aporta mucho, otras autonomías se han acostumbrado a recibir mucho más de lo que aportan. Al ser fuertes esas comunidades en votos y en escaños, Madrid permite este desequilibrio, sacrificando la capacidad de desarrollo de territorios como el balear, condenado al sacrificio constante. Solamente una respuesta balear decidida con el apoyo de sus instituciones de autogobierno puede variar en parte el actual estado de las cosas. Es preciso protestar. Es necesario alzar la voz ante tanto desprecio y tanto abuso que ya raya la indignidad.