Es preciso que el Govern se movilice ante el hecho de que el temporal de estos días puede ocasionar pérdidas millonarias en la agricultura. El Consolat, en colaboración con el resto de instituciones, debe establecer canales suficientes de ayudas con la mirada puesta en los más damnificados. También es preciso que la Delegación del Gobierno ponga todo su empeño para que el Ejecutivo central haga lo propio. El campo mallorquín es un valor que está muy por encima del PIB que es capaz de generar, ya que contribuye de manera determinante a mostrar unas islas bien cuidadas y fértiles, que tiene mucha importancia desde la perspectiva de la imagen turística.

Planes de futuro. La evidencia del cambio climático ya es incuestionable. El Archipiélago debe acostumbrarse a los actuales ciclos meteorológicos, en los que se suceden meses prácticamente sin llover –incluso en las estaciones antaño más húmedas– que chocan luego con temporales de una virulencia enorme, con lluvias intensísimas que duran varios días, combinadas con grandes temporales marítimos y con estragos de notable significación. Es preciso que el Govern haga un inventario serio de los daños producidos el pasado fin de semana, que analice a fondo el estado de los torrentes, que mejore sus cauces y atienda a todas las sugerencias sobre posibles riesgos potenciales en el futuro. Hay que planificar mucho más y prever estos fenómenos de gran intensidad.

Máxima coordinación. Los efectos del cambio climático exigen más coordinación entre las instituciones públicas, el tejido productivo y el conjunto de la ciudadanía. Los organismos actualmente existentes de seguridad y protección civil deben abrirse al máximo y ser sensibles a las advertencias de empresarios, trabajadores y vecinos. No sólo son los torrentes. También es imprescindible mejorar los puntos más débiles de la red de carreteras, sobre todo las secundarias y trabajar en una mejor salvaguardia de las zonas costeras. Todo lo que no se haga ahora puede ser un peligro mañana.