La comisión que ha puesto en marcha la cámara balear, que incluye la apuesta Parlament Obert’, constituye una iniciativa de primer nivel para la profundización de la democracia dentro del autogobierno. Cuando se apruebe la reforma del Reglamento parlamentario, los ciudadanos podrán formular preguntas al pleno si un diputado las asume e incluso podrán incidir en las leyes si un Grupo Parlamentario se responsabiliza. Cualquier ciudadano podrá presentar sus propuestas, ideas, quejas o reivindicaciones. Y si son tenidas en cuenta, hasta pueden salir adelante.

Nueva visión de la Cámara. Esta reforma del Reglamento supone en la práctica asumir lo que significa el siglo XXI para el parlamentarismo. Los tiempos del distanciamiento entre las instituciones y la sociedad civil, que se limita a votar cuando es convocada, empiezan a no tener sentido en las épocas actuales, donde la fuerza de la base social es cada vez más incuestionable. El futuro pasa por el camino de acabar con una visión cerrada de la política, que se transforma en compartimentos estancos cuando se alcanzan los despachos donde se gestiona el poder. A partir del nuevo Reglamento, las peticiones de la calle, si son lógicas, asumibles y tienden al bien común, tendrán que ser, como mínimo, atendidas, y en algunos casos, convertidas en realidades.

Los aforamientos. Otro de los puntos que están en la mesa de la comisión ‘Parlament Obert’ es el de eliminar los aforamientos de los diputados. No es un tema sencillo, porque aunque este estatus se elimine del Reglamento para que sea efectivo debería reformarse también el Estatut d’Autonomia. Sin embargo, ya es positivo que tal posibilidad se analice en la Cámara. Se trata de un interesante primer paso. Además, si por un lado los representantes del pueblo se muestran cada vez más abiertos a proteger legalmente las peticiones de los ciudadanos, por otra parte sería ilógico que ellos mismos quisieran mantener privilegios de intocabilidad, como es el aforamiento.