El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha anunciado la presentación de una moción de censura contra el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, por su implicación en la ‘operación Lezo’, que ha acabado con el ingreso en prisión del expresidente madrileño Ignacio González y ha aflorado la posible financiación ilegal del PP. Todo indica que el movimiento de este grupo político no tiene otra intención que el mero impacto mediático, lograr una plataforma que dé visibilidad a la tarea de oposición que realiza Podemos, entre otras razones porque su triunfo es inviable al no contar con los apoyos suficientes en el Congreso. De hecho, el propio Iglesias no ha aclarado si él se postulará como alternativa a Rajoy, tal y como obliga la mecánica de la moción de censura al presidente.

En solitario. Todos los restantes grupos de la oposición han censurado la decisión de Podemos, que ha dado el paso sin tratar de obtener con antelación el mínimo de apoyos necesarios para sacar adelante una iniciativa de estas características. Con este precedente todo indica que Iglesias quiere capitanear en solitario el enfrentamiento al PP, más en unos momentos en los que el PSOE se encuentra enfrascado en pleno proceso interno para elegir un nuevo secretario general. La moción no parece que vaya a hacer mella en el bloque de PP y Ciudadanos, por mucho que la ‘operación Lezo’ haya debilitado la imagen de los conservadores.

Una catarsis profunda. Más allá de la presentación de la moción de censura contra Rajoy y sus nulas posibilidades de éxito, lo cierto es que la ‘operación Lezo’ se suma a una ya casi interminable lista de casos en los que se confirma la existencia de una trama corrupta en torno al PP, una sucesión de prácticas que no pueden considerarse simples comportamientos delictivos personales. Las tropelías alcanzan a colaboradores directísimos de altos cargos del PP, circunstancia que hace inverosímiles las excusas de ignorancia que se alegan a modo de justificación.