El debate entre Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López ha evidenciado la honda división del PSOE, una histórica organización repleta hoy día de cicatrices y heridas. Siempre es sano el debate interno y el voto de las bases. Pero en esta ocasión les será muy difícil coser y aunar voluntades tras la elección del nuevo líder. El alud de reproches que se lanzaron ayer Díaz y Sánchez fue de enorme calado. Tanto que para no pocos espectadores neutrales el vencedor fue un pactista López que pidió calma entre tanta visceralidad. Pero sólo vota la militancia, gente acostumbrada a situaciones tensas que no se deja influenciar por actitudes buenistas y apaciguadoras.

Afecta a todos. El resultado del domingo implica a todos los ciudadanos. Si gana Díaz es probable que la legislatura se prolongue durante al menos un año y medio porque su objetivo es dar prioridad a la reorganización interna. Pero si gana Sánchez el ‘no es no’ vuelve a la Carrera de San Jerónimo. Rajoy sabe que sin el PSOE le resultará muy difícil mantener la estabilidad. No podrá ofrecerle al PNV el oro y el moro en cada votación tal y como ha hecho con los Presupuestos. Rajoy ya ha dejado traslucir que si gana Sánchez no tendrá más remedio que convocar elecciones, probablemente para el próximo otoño.

La postura de Francina. La presidenta balear ha mantenido un posicionamiento errático. El pasado octubre dio todo su apoyo a Sánchez. Más tarde, cuando parecía que Díaz ganaría las primarias, se decantó por el neutral Patxi López. Se mantenía así en una posición cómoda, no comprometida. Pero el alud de avales a favor de Sánchez (más de 53.000) han hecho pensar a Francina que Pedro puede ganar. Y se ha sumado al carro de manera indirecta, pidiendo a López que se retire. Tal actitud son más votos baleares para los pedristas, ya de por sí mayoritarios en el Archipiélago. Pero, pase lo que pase, siempre se recordará a una Armengol dispuesta a salvar los muebles antes que cruzando el Rubicón en primera línea.