La radiografía de las diferentes ayudas sociales que se ofrecen las diferentes instituciones en Balears son el reflejo de las necesidades de una sociedad como la nuestra, donde conviven miles de personas que sólo tienen la capacidad de contemplar la pujanza económica. Durante los últimos años se ha realizado un esfuerzo importante desde la Administración para acentuar la imprescindible vertiente solidaria con los más desfavorecidos, un compromiso en el que todavía queda mucho por hacer y en el que es preciso arbitrar un orden de prioridades que no todas las formaciones políticas da la impresión que están dispuestos a consensuar.

Solidaridad por bandera. Con demasiada frecuencia se excitan los sentimientos más primitivos para criticar quién y cómo se acceden a las prestaciones sociales, la cuales no pueden estar sometidas a criterios de marginación por razones de oportunismo político. Hay que atender las necesidades de las personas con independencia de su nacionalidad, credo o raza; son la defensa de estos principios los que definen el grado de solidaridad de una sociedad. Balears no puede ni debe dar un paso atrás, hacerlo sería plegarse a los postulados populistas y xenófobos que afloran con una peligrosa facilidad.

Dignidad irrenunciable. Los esfuerzos presupuestarios de las instituciones en el terreno de la asistencia social son importantes, campo en el que sería injusto no referirse a la labor de numerosas organizaciones no gubernamentales de todo signo, pero en muchas ocasiones sólo se puede hablar de ayudas casi testimoniales. Sin rebajar un ápice los controles y la transparencia, resulta evidente que la capacidad económica del Govern, de los Consells o los ayuntamientos está muy lastrada para poder ofrecer el amparo que necesitan muchas de estas personas; la dignidad es irrenunciable. Hay que huir de la demagogia en un tema en el que está en juego nuestra conciencia colectiva.