La plataforma Prou! congregó el viernes a 500 manifestantes en contra de la saturación turística. El pinchazo parece claro. Si la situación fuera tan apocalíptica como se dibuja, no hubieran acudido alrededor de una docena de personas de cada una de las 37 entidades que se adhirieron. Pero aunque la participación sea exigua, no cabe deslegitimar las reivindicaciones de los convocantes, aunque sí conviene poner de manifiesto lo que subsiste tras ellas: una exacerbada turismofobia que daña gravemente la imagen de Ibiza, puesto que se lanza una imagen distorsionada y negativa de la realidad económica y social. Nadie se opondrá a que se reclame más respeto por el entorno, pero cuando se dice que “No vivimos del turismo, malvivimos del turismo”, se trata de un lema simplón que es radicalmente falso. Gracias al turismo la sociedad pitiusa es próspera, crece económicamente y puede sufragar unos servicios públicos de calidad, pese a los problemas existentes que, en todo caso hay que achacar a los políticos por su incapacidad de solventarlos, no a los turistas.

Inconvenientes que hay que minimizar.
Es innegable que los residentes se ven afectados por los inconvenientes de la llegada de visitantes con ocasión de la temporada estival. De visitantes y también de trabajadores. La elevada densidad del tráfico, la dificultad de acceder a una vivienda de alquiler a un precio asequible, la sensación de agobio que se produce en algunos lugares de mayor concentración de gente, por citar algunos de los inconvenientes, no son algo que no suceda en otros lugares de gran atractivo turístico o sin ir más lejos, en las poblaciones cercanas a estaciones de esquí en invierno. Pero frente a esos inconvenientes que se pueden y se deben minimizar a través de decisiones políticas, cosa que a menudo no sucede como es debido, ¿son comparables a lo que supondría que los turistas dejaran de visitarnos? ¿Hay acaso otra industria alternativa con posibilidades de generar la riqueza económica que produce el turismo? En absoluto.

Dejen trabajar.
La llegada de turistas no se regula como si se accionara el mando de un grifo y con los mensajes negativos que lanza una minoría ruidosa e histrionica, criminalizando a los turistas (como ayer mismo alertaba el PSOE) se está haciendo un daño irreparable al principal sustento económico de esta sociedad. 500 personas no pueden condicionar el modelo turístico de Ibiza ni el porvenir económico de nuestra tierra. Su turismofobia es residual entre la ciudadanía, conscientes de la realidad en la que vivimos y de que el problema, de existir, está en los despachos oficiales y no en los turistas que llegan.