A la salida del despacho mantenido ayer en el Palau de Marivent con el Rey, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, confirmó que las posiciones que impidieron su investidura se mantienen inamovibles por parte de las diferentes formaciones políticas. De hecho, el propio Sánchez confirmó el clima de desconfianza mutua con el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, mientras reiteraba su petición al PP y Ciudadanos que faciliten el trámite mediante su abstención; todo para evitar cualquier tipo de acuerdo con las fuerzas independentistas. En Palma, el presidente en funciones reiteró su intención de explorar acuerdos alternativos, aunque son una incógnita los posibles avances logrados con esta nueva estrategia.

Algo más que voluntarismo.
El presidente Sánchez, si realmente quiere optar a la reelección en el cargo, debe tomar la iniciativa en los contactos con los partidos del bloque constitucional –incluídos los nacionalistas como el PNV–. En el proceso negociador mantenido hasta ahora ha habido un exceso de impostura y exhibicionismo personal tanto desde el PSOE como del resto de interlocutores, una actitud que también alcanza a los líderes de la oposición, Pablo Casado y Albert Rivera; las voces que les reclaman la abstención en base a acuerdos amplios crecen día a día. Se trata, en definitiva, de replantear todo el escenario para poder volver a levantar puentes de diálogo con el objetivo claro de evitar una nueva convocatoria electoral en el mes de noviembre.

Presión sobre las autonomías.
La actual situación de bloqueo tiene graves consecuencias en las autonomías, y de manera muy especial en Balears. Sin Gobierno no es posible confeccionar los presupuestos del próximo año y los pagos pendientes de la Administración central quedan paralizados. La provisionalidad perjudica a los ciudadanos, una circunstancia de la que Pedro Sánchez también quiere conseguir una palanca de apoyo para sus pretensiones.