El rey Felipe VI celebra hoy y mañana una nueva ronda de contactos con los que explorará, a una semana para que expire el plazo constitucional, las posibilidades de investidura del presidente del Gobierno. Han sido citados quince líderes políticos -irán todos, excepto los de ERC y EH Bildu- y el martes, cuando acudan los dirigentes del PSOE, PP, Ciudadanos y Podemos, será el día clave. Afrontamos 48 horas decisivas para que el jefe del Estado determine si hay un candidato que cuenta apoyos suficientes para obtener la confianza en el Congreso de los Diputados. En caso contrario, y aunque hay plazo hasta el 23 de septiembre, se activará el calendario para la disolución de las Cortes Generales elegidas el 28 de abril y se convocarán nuevo comicios generales que se celebrarán el 10 de noviembre. Esta opción, que ha ido ganando enteros por la situación de bloqueo instalada en la política española durante los últimos cuatro meses, suscita una gran desafección y provoca una amplia protesta ciudadana por la incapacidad para alcanzar acuerdos que aporten la gobernabilidad y estabilidad que necesita el país.

Sensación de fracaso e incertidumbre.
Queda un escaso margen para evitar esta nueva convocatoria general, que incrementará significativamente la abstención como respuesta a los desacuerdos y discrepancias entre quienes tenían que haber practicado el arte del pacto y el entendimiento. Todo ello genera una sensación de fracaso e incrementa la incertidumbre de un país regido por un Gobierno en funciones, cuya capacidad de decisión está recortada, obligado a seguir gestionando unos Presupuestos prorrogados, aprobados por Rajoy en mayo de 2018.

Acabar con la situación de interinidad.
Es preciso acabar, de una vez por todas, con esta situación de interinidad. Pero el día de la marmota marca la política española, con un bucle de reproches y tacticismos. Nadie se mueve de sus respectivas posiciones. Los ciudadanos no nos mereceremos unas nuevas elecciones.