La concesión de un permiso que le permitirá a Iñaki Urdangarin salir de la cárcel Brieva durante dos días a la semana, para realizar tareas de voluntariado, ha generado el lógico revuelo. El cuñado del Rey cumple una condena de cinco años y diez meses por el ‘caso Nóos’, de la que ya han transcurrido quince meses. El Juzgado de Vigilancia Penitenciaria considera que las salidas son imprescindibles para evitar el «absoluto aislamiento» al que está sometido en la actualidad, toda vez que él es el único preso ingresado en Brieva. Cabe indicar que la decisión se ha tomado en contra de los criterios de Instituciones Penitenciarias y del informe fiscal.

Situación contradictoria.
Atender la petición de Iñaki Urdangarin no es excepcional, aunque no es ni mucho menos habitual. Un total de 263 internos han accedido a permisos similares, en este caso para acudir el Hogar Don Orione, un centro residencial y de día para personas adultas con un alto grado de discapacidad intelectual y de dependencia que gestiona una congregación religiosa italiana. Con todo, cabe indicar que fue el propio Urdangarin el que decidió su ingreso en Brieva, una cárcel de mujeres en la que él ocupa en solitario el pabellón de hombres. Entonces se argumentó en favor del recinto penitenciario de Avila la seguridad e intimidad que ofrecía al exduque de Palma. Ahora resulta que la soledad resulta un inconveniente que justifica la concesión del permiso para las salidas.

Valorar el traslado.
El juez recuerda que es la Administración la que mantiene a Iñaki Urdangarin en Brieva, cuando podría haber promovido su traslado a otro centro penitenciario. Compatibilizar la seguridad e intimidad de un miembro de la familia del Rey que está en la cárcel es un problema complejo, pero resulta exigible un trato lo más equiparable con la inmensa mayoria de condenados, que han tenido que adaptarse a las normas carcelarias sin ningún tipo de privilegios.