Los datos que maneja la Conselleria de Salut preocupan. La evolución de los contagios de la COVID-19 evidencian que se está en una fase de descontrol, una situación que genera un escenario imprevisto, tanto desde el punto de vista sanitario como económico. Hace apenas unos meses, Balears se presentaba como un destino seguro ante los mercados turísticos de los principales países emisores y ahora planea la posibilidad de que Alemania también imponga cuarentenas a los compatriotas que regresen de las vacaciones procedentes de Balears; una situación que supondría la estocada definitiva a una temporada nefasta. La realización de test masivos en las áreas más afectadas es la reacción urgente para tratar de controlar la situación.

Un reguero de contagios.
Las cifras constatan el goteo creciente de la epidemia de la COVID-19, entre otras razones por la actitud negligente de amplios colectivos que se niegan a aplicar las normas básicas de prevención contra la enfermedad; saltándose incluso la cuarentena domiciliaria. Las consecuencias son graves. El aumento de casos es notorio, como también los son el número de pacientes jóvenes que requieren asistencia hospitalaria e incluso su estancia en las Unidades de Cuidados Intensivos. El escenario, por desgracia, dista mucho de ser tranquilizador.

Más control y restricciones.
La realización de controles masivos a la población es uno de los prolegómenos de lo que se intuye como un plan de ampliación de las restricciones, una estrategia que tiene por objetivo evitar a toda costa la vuelta al confinamiento de la población. De momento no se ha alcanzado la situación de colapso de los meses de marzo y abril, pero no se puede cometer el mismo error que entonces. Sobre la mesa están planes de reducción de aforos en bares y restaurantes, incluso de asistentes a los encuentros familiares. No se puede dar la espalda a la realidad, por dura que sea.