La torpeza que de forma inexplicable cometió una política experta como es la presidenta del Govern balear, Francina Armengol, al acudir a tomar copas de madrugada, acompañada por, al menos, el conseller de Movilidad, Marc Pons, y el director general de Comunicación, Álvaro Gil, y, lo que es más grave aún, incumplir el horario de cierre decretado por el Ejecutivo que preside la desacredita y la debilita ante la opinión pública de Baleares. Siendo todo ello muy grave, la principal consecuencia es que tira por los suelos el trabajo de concienciación ante la opinión pública que, con mayor o menor fortuna, ha tratado de hacer el Govern como una de las palancas con las que combatir la pandemia.

Sin credibilidad ni autoridad moral.
La presidenta del Govern se ha visto despojada de la autoridad moral que se le supone y de la credibilidad necesaria para persuadir a los ciudadanos de que cumplan las recomendaciones que hacen las autoridades sanitarias y acaten las restricciones, única vía para que se cumplan, ya que la inmensa mayoría es imposible de controlar por parte de inspectores y policías. En la misma situación ha quedado la consellera de Salud, Patricia Gómez, quien ayer se equivocó anteponiendo su fidelidad a la presidenta del Ejecutivo frente a sus propias convicciones, ya que atribuyó la irresponsabilidad de Armengol al ámbito privado y a que «cada uno en su tiempo libre tiene derecho a hacer lo que considere oportuno», todo lo contrario de lo que había venido diciendo hasta ahora como antídoto a la propagación del coronavirus. El pueril comunicado de Presidencia no hace más que agravar la crisis, en lugar de reconducirla, y alimentar el bochorno.

El papel de Podemos y de Més per Mallorca.
El presidente del PP de Baleares, Gabriel Company, pidió ayer la dimisión de la presidenta, la nueva líder de Ciudadanos, Patricia Guasp, y el de Vox, Jorge Campos, explicaciones. El resto de grupos de la oposición mantiene silencio sobre el gin tonic de Armengol, al igual que los socios de Més per Mallorca y de Podemos de cuya postura depende la evolución de una crisis política que ha dejado a Armengol muy tocada.