Mientras se barrunta sobre los indultos del procés, la ley trans, los problemas en Ceuta, el bloqueo en el Poder Judicial o lo contagiosa que resulta la variante delta, los problemas concretos de los ciudadanos, los que le importan de verdad porque les afectan de lleno, quedan en un segundo plano, amortiguados por todos lo demás. Porque los precios disparatados de los carburantes y la electricidad constituyen un abuso diario, y a los ciudadanos no les queda otra alternativa que seguir aguantándolos.

El abuso de los carburantes.
Los carburantes son tan caros en España por los impuestos. Los costes de fabricación, distribución y los márgenes de beneficio no alcanzan el 50 % del precio de venta. Pero ningún Gobierno se ha planteado bajar los tributos. Ni siquiera el Govern balear, que desde Bauzá los grava por su cuenta con el índice máximo. Y eso que el transporte ya convierte los combustibles de Balears en los más caros de todo el país. El tan cacareado como inexistente Régimen Especial de Baleares debería empezar con algo tan sencillo como bajar los impuestos a los carburantes. Pero ni PP ni PSOE han estado nunca por esta labor. Para ellos lo importante es recaudar.

El fraude de las renovables.
Peor ocurre con la electricidad, aunque el Gobierno ha bajado por unos meses el IVA del 21 al 10 % para los contratos de menos de 10 kilowatios. Fue el Gobierno de Zapatero el que apostó por las renovables. Se dijo que su energía eléctrica sería limpia y a muy bajo coste. Limpia puede ser, pero su producción se paga al precio más caro según la demanda del mercado. Fue un fraude. Esta apuesta requirió una inversión superior a los 30.000 millones de euros, que las eléctricas se negaron a financiar y que se cargan a los consumidores. Hoy España volverá a registrar un nuevo precio histórico de la luz, escalada que parece no tener fin mientras el Gobierno está de vacaciones y Unidas Podemos calla ante lo que fue una de las banderas con las que engatusó a parte de la población. Entre el malestar y el rechazo, los ciudadanos no son más que meros constribuyentes de las administraciones.