El mero anuncio de un posible paro de una asociación de transportistas –en protesta por el elevado precio de los carburantes– ha vuelto a provocar una cascada de mensajes falsos y bulos en las redes sociales que ha causado alarma en determinados sectores de la población por el temor a un eventual desabastecimiento. Distribuidores y transportistas de Balears descartan la falta de suministros en los centros de alimentación, circunstancia que hace del todo injustificado el acopio de productos. Otro tanto ocurre con los combustibles. Se vuelve a vivir una situación similar a la de marzo de 2020, en las primeras semanas de la pandemia.

Ahorro irrelevante.

El impacto social de las fake news –la desinformación, en definitiva– es conocido. Son muchos los ejemplos históricos, aunque la proliferación de las redes ha multiplicado hasta casi el infinito la velocidad de su difusión. Audios y mensajes de origen desconocido llegan a centenares de miles de personas en pocas horas. Es el comienzo de una bola que no para de crecer generando inquietud entre los ciudadanos hasta provocar una reacción impulsiva y poco racional. La acumulación de alimentos u otro tipo de productos básicos es un escudo temporal y con un efecto real irrelevante sobre las economías domésticas.

Parar la escalada de precios.

Garantizar el abastecimiento de Balears no supone resolver el problema que sí plantea la actual coyuntura económica en casi todos los países occidentales, la subida constante de los precios. Desde hace meses, los carburantes y la energía mantienen incrementos notables y constantes sin que se haya logrado su contención, tarea en la que ahora –con el estallido de la guerra en Ucrania– los mandatarios de la Unión Europea parecen haber tomado conciencia. Lo que realmente debe preocupar es la deriva inflacionista que se ha desatado y que castiga el bolsillo de todos los consumidores.