El presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, y el Gobierno finlandés aprobaron ayer la solicitud de ingreso del país nórdico en la OTAN, que ha de ser ratificada por el Parlamento. «Hoy se abre una nueva era. Nace una Finlandia protegida como parte de una región nórdica estable, fuerte y consciente de sus responsabilidades», afirmó Niinistö junto a la primera ministra, la socialdemócrata Sanna Marin. Al mismo tiempo, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, manifestó que la organización militar baraja aumentar su presencia en la región báltica e incluso desplegar tropas en Suecia y Finlandia para garantizar la seguridad de los dos países escandinavos durante los meses de transición, en los que no podrían invocar la cláusula de defensa mutua, quedando desprotegidos ante represalias de Rusia. Y, según la ministra noruega de Exteriores, Anniken Huitfeld, «un ingreso de Finlandia en la OTAN beneficiará a toda la región nórdica, además del propio país y al conjunto de la Alianza Atlántica».

Acaba la neutralidad

Después de 80 años de neutralidad, Finlandia pide el ingreso en la OTAN. Una decisión similar se espera en Suecia, al margen de alianzas militares durante décadas y que anunciará su adhesión tras un informe elaborado por el Gobierno socialdemócrata con seis de las ocho fuerzas parlamentarias, excepto ecologistas y comunistas, cuya principal conclusión consiste en que la entrada de Suecia en la OTAN reducirá el riesgo de conflicto en el norte de Europa.

El efecto contrario   

La invasión de Ucrania y las amenazas de Rusia a Suecia y Finlandia para que no pidan su ingreso en la OTAN han tenido el efecto contrario al que buscaba Putin con su política expansionista que vulnera el derecho internacional al agredir a Ucrania. Asistimos a grandes cambios en los equilibrios forjados al acabar la Segunda Guerra Mundial. Una etapa de incertidumbres para lograr un mundo más seguro.