La World Travel Market de Londres ha supuesto, en la presente edición, un evento con un marcado efecto político de consumo interno más que barómetro de la próxima temporada turística, que se mantiene entre los márgenes del moderado optimismo. La precampaña lo condiciona casi todo y la feria de este año ha levantado una importante controversia entre los propios socios del Govern a cuenta de la promoción turística, que ha enfrentado a Més y Unidas Podemos con el sector socialista y la presidenta Francina Armengol, además de abrir una brecha con el sector hotelero por la prolongación de la apertura de los establecimientos.

Una clara contradicción.
Unidas Podemos, y todavía con más ahínco Més per Mallorca, han querido evidenciar la contradicción que supone el despliegue promocional del Govern en la WTM cuando a nivel de consumo interno se defiende un nuevo modelo turístico y la necesidad de reducir las cifras de visitantes. La tensión amenaza la unidad en los apoyos al Govern en la fase terminal de la legislatura, pero también pone de manifiesto la incoherencia e insolidaridad de formaciones que figuran en los gobiernos institucionales y, por tanto, también han apoyado partidas presupuestarias que financian la participación en ferias como la de Londres.

Electoralismo turístico.
Las elecciones locales y autonómicas del próximo mes de mayo han marcado la gesticulación política en la World Travel Market londinense, momento en el que las diferentes formaciones han querido mostrar su posicionamiento con respecto a una industria turística que ha tenido –y tiene– un ejercicio extraordinario, pero que mantiene dudas sobre cómo será el correspondiente a 2023. Esta falta de unidad de criterio institucional –más voluntarista que ejecutiva– desde Balears seguro que genera, como mínimo, escepticismo entre los gestores turísticos de los países emisores. Y esto no es buen