A medida que la guerra en Ucrania entra en otra fase, con las tropas rusas conquistando nuevas ciudades y arrinconando a los soldados de Kiev, el discurso del presidente Vladímir Putin se vuelve cada vez más beligerante y peligroso. El máximo mandatario del Kremlin, animado por sus últimas victorias, no duda en amenazar a la OTAN y a los países occidentales en utilizar su gigantesco arsenal nuclear si Volodímir Zelenski recibe apoyo directo de militares europeos, como ha llegado a plantear al presidente de la República francesa, Emmanuel Macron. La cuestión es dirimir si las amenazas atómicas de Putin son un farol o si, por el contrario, el presidente ruso estaría dispuesto a utilizarlas en suelo ucraniano y europeo. No es la primera vez que desde Moscú se alude a tal posibilidad. Dimitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de la Federación rusa, también habla claramente en sus intervenciones de la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, a pesar de que el canciller alemán Olaf Scholz y otros líderes europeos y el jefe de la OTAN se oponen a la propuesta lanzada por Macron.

Nadie puede perder

Llegados a este punto, desde la OTAN se reconoce que Ucrania no puede perder la guerra y que Rusia, en caso de ganar, podría seguir invadiendo países vecinos, muy probablemente los Bálticos. Así pues, ni Moscú ni los aliados se plantean una derrota en una guerra que ya dura dos años. Es un punto de inflexión en un conflicto del que no se atisba solución.

Negociaciones

Solo queda, pues, la posibilidad de que ambos países se sienten a la mesa a negociar, aunque es muy peligroso concederle territorios a Putin que han sido anexionados ilegalmente por Rusia, como ya ocurrió en 2014 con la península de Crimea y Sebastopol. Sería como legitimar una invasión que se ha cobrado ya la vida de miles de reclutas y civiles.