Hoy, oficialmente, termina el período de pre campaña electoral y, a partir de las doce de esta noche, se iniciará, también oficialmente, la campaña en sí. Se pegarán carteles con los lemas definitivos, se harán fotografías y unos candidatos, frescos y animosos, se dispondrán a lanzarse improperios, cruzarse acusaciones y emplearse duramente en el cuerpo a cuerpo con sus rivales, desde ahora enemigos poco menos que irreconciliables pese a que, posiblemente, los resultados les obliguen a tragarse todos los sapos y a firmar pactos para gobernar en ayuntamientos, consells y Govern.

A medida que avancen los días, los candidatos perderán la voz, mostrarán cansancio e intensificarán sus ataques produciéndose debates y polémicas de gran dureza. En realidad eso es lo que ha ocurrido desde que estrenamos democracia y, lo que es más, se intensifica cada vez más en período electoral. La Junta Electoral tendrá que trabajar a destajo y, si nadie lo remedia, es muy probable que el juzgado de guardia tenga que atender algunas denuncias.

Los antecedentes autorizan a hacer estos pronósticos pese a que lo deseable sería que políticos y partidos decidieran hacer una campaña menos dura, más limpia y menos crispada que las anteriores. Es decir, presentar sus candidatos y programas, incluso sus intenciones de pactos si fueran necesarios y puede que fuera buena una confrontación de ideas y programas, pero dejando los malos modos arrinconados de una vez.

Parece que algún o algunos partidos han dejado entrever que renunciarán a los ataques desaforados y las descalificaciones personales para centrarse mejor en su propia oferta. Ojalá sea así y, en lugar de que nos cuenten lo malos que son los demás, nos expliquen lo buenos que son ellos.