El hecho de que el Pacte Progressista haya alcanzando el Govern balear y los consells de Eivissa, Menorca y Mallorca parece que va a dar pie a que la dirección nacional del PP se lance en picado a criticar todo cuanto ocurra en las Islas que pueda ser imputable a esas instituciones. Habrá casos "qué duda cabe" en que esas críticas serán razonables y otros, como ha ocurrido ahora, en que, como suele decirse popularmente, se sacan los pies del tiesto.

Nos referimos a la reciente polémica por la retirada de la bandera española en el desfile de la Diada del 8 d'Agost en Eivissa y la quema de la enseña nacional que ondeaba en el baluarte de Santa Tecla.

Mientras la presidenta del Consell ibicenco, Pilar Costa, defendió la ausencia de la bandera rojigualda en el hecho de que se conmemoraba una fiesta catalana y balear, el president del Govern, Francesc Antich, lamentó lo sucedido y comentó que esperaba que no se repitiera algo así en lo sucesivo en la celebración de actos similares.

Lo ocurrido en Eivissa no ha dejado de ser en ningún momento una anécdota protagonizada seguramente por algún grupo de jóvenes radicales que repiten actos que se suceden habitualmente en las fiestas de todos los pueblos de Euskadi y en algunos puntos de Catalunya.

No hay que buscar más allá intentando culpar a la llegada de la izquierda al gobierno de las Islas de semejantes actos, como se ha apresurado a hacer el PP desde Madrid, acusando al PSOE de permitir que sus socios políticos "a los que califica de «independentistas»" se deshagan de las enseñas nacionales sin ningún pudor. Pero hay que llamar la atención sobre estos gestos apresurados del Pacte, hechos únicamente para contentar a parte de su variado electorado y marcar distancias con sus antecesores del PP. Al Pacte no se puede culpar de la quema de una bandera pero se le debe exigir que, superada la euforia de los primeros momentos, actúe con mayor sentido de la responsabilidad al frente de las instituciones.