La población mundial alcanzará el próximo doce de octubre los 6.000 millones, según un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (FNUAP). En tan sólo doce años el número de habitantes de la Tierra se ha incrementado en 1.000 y, desde principios del siglo XX, se ha cuadruplicado. Pese a que el ritmo de crecimiento ha sufrido un ligero retroceso, los expertos advierten que aún no es suficiente. Y esto es lógico si tenemos en cuenta que los recursos del planeta son limitados y que son los países del Tercer Mundo y los que están en vías de desarrollo los que tienen el mayor aumento. Por ello, es preciso que se continúe con las políticas de planificación familiar, de defensa del medio ambiente y de mejora del nivel de vida en estos países con menores recursos, objetivos a los que se comprometieron los estados más ricos en la Conferencia Internacional sobre Población celebrada en El Cairo en 1994. Sin embargo, para ello es necesaria la aportación de recursos financieros de los países industrializados y, según el jefe de programas del FNUAP, ésta está fallando.

Esto hace que los desequilibrios se acentúen y que las diferencias sean cada vez mayores entre los países desarrollados y aquellos con menores recursos. Mientras en los primeros se incrementa la presión sobre el planeta con un consumo excesivo y con el despilfarro de los recursos naturales, lo que repercute en el deterioro global del medio ambiente y en una sobreexplotación, en los segundos se produce una mayor morbilidad debido a la escasez y a enfermedades como el sida.

Sería bueno que, desde nuestra privilegiada posición, tomásemos conciencia de la situación y, además, que los responsables de los países más ricos acometan las medidas precisas para evitar los desequilibrios y el desgaste innecesario del planeta.