El caso del niño balsero está a punto de llegar a su conclusión. A los familiares de Miami de Elián González ya sólo les queda el último recurso de acudir al Tribunal Supremo estadounidense, aunque es muy improbable que éste adopte una resolución favorable a la permanencia del menor en el país. Siendo así las cosas, el próximo miércoles es la fecha en la que concluye el interdicto que prohíbe la salida de Elián de EE UU.

En toda esta historia, lo más negativo ha sido la politización de un dramático caso. La oposición cubana de Miami y el mismo Fidel Castro han hecho una bandera en torno a la permanencia en tierras norteamericanas o el regreso a la isla caribeña de un niño que sobrevivió al naufragio en el que perdió la vida su madre.

En circunstancias normales, cualquier tribunal medianamente civilizado hubiera otorgado la custodia del menor a su padre sin mediar conflicto alguno, dado que la relación entre Juan Miguel González y su hijo parece ser excelente.

Todo lo que ha acontecido no ha hecho más que ir en detrimento del pequeño, que ha acaparado la atención internacional como si se tratara más de una cuestión de Estado que de un asunto privado que atañe a sólo una familia.

Es evidente que en Cuba existen numerosas restricciones a las libertades individuales y que debe exigirse al régimen de Castro un giro en su línea política, pero eso es algo que deben hacer los propios cubanos sin la injerencia de otros países. Y, además, deben hacerlo sin caer en la tentación de convertir a un menor en una especie de mártir de la causa.

Por todo ello, es positivo que Elián esté con Juan Miguel y que ambos residan donde ellos elijan. A fin de cuentas, el futuro de los menores debe estar en manos de sus propios padres.