La irrefrenable subida del precio del combustible de los últimos meses ha provocado situaciones inéditas o, al menos, olvidadas. Eivissa, afortunadamente, ha logrado quedar al margen de las violentas protestas que se han reproducido en diversos puntos de la geografía española, aunque no así de muchos de sus efectos. El bloqueo de puertos de los que se abastece Eivissa y Formentera ha acabado repercutiendo en la vida cotidiana de sus habitantes, aunque no en un grado que se pueda calificar de preocupante. Peor lo han tenido, por ejemplo, en Mallorca, donde las protestas han llegado a generar una psicosis en torno al abastecimiento de combustible que debe abrir un debate sobre lo que ha ocurrido y lo que no puede reproducirse en el futuro. Aunque finalmente se desbloqueó la salida de carburantes desde los depósitos de CLH gracias a la presencia de un fuerte dispositivo policial, no se ha podido evitar que se llegara a una situación caótica, con un colapso total en algunos puntos y con la propagación del temor generalizado a una paralización del transporte y servicios de emergencias.

Y una vez más hay que reiterar que las movilizaciones, además de ajustarse a la ley como norma fundamental, no pueden ni deben en ningún caso perjudicar a la mayoría de los ciudadanos. Mucho menos aún causar el pánico y la psicosis que ha ocasionado la carencia de gasolinas y gasóleos.

Habrá que pensar que en el futuro no se volverán a repetir situaciones como la que hemos vivido y que se adoptarán cuantas medidas sea preciso para poner coto a los desmanes y permitir nada más y nada menos que la habitual vida cotidiana de nuestra comunidad. No se trata, por supuesto, de silenciar un clamor contra el nivel de los precios del combustible, sino de que éste se encauce a través de métodos más solidarios.