Ayer la ciencia médica y la difícil decisión de tres jueces del Tribunal Supremo británico pusieron fin a la vida de una niña para que su hermana siamesa pudiera tener posibilidades de vivir. La historia ha dado la vuelta al mundo desde el mismo día en que las niñas vinieron al mundo, en una pequeña isla de Malta. Sus padres, que recurrieron a los expertos del Reino Unido en busca de auxilio, se encontraron con una terrible diatriba: morirían ambas en caso de seguir juntas y sólo viviría una en caso de separación. Ante la encrucijada, los progenitores, de fuertes convicciones religiosas, decidieron que la Naturaleza siguiera su curso. Hasta que la justicia británica se hizo eco del caso dictaminando que la operación debía llevarse a cabo para salvaguardar el derecho a la vida de al menos una de las pequeñas. Ayer se llevó a cabo una sesión quirúrgica de quince horas en la que una de las pequeñas, retrasada mental, sin corazón, médula espinal ni pulmones, murió para permitir a su hermana llevar una vida relativamente normal, aunque pasará al menos sus cinco primeros años en un hospital.
Editorial
Terrible decisión
07/11/00 0:00
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