El Partido Popular desde su sede en Madrid y su presidente nacional, José María Aznar, habían preparado una estrategia para desbancar a los nacionalistas del poder en Euskadi y los vascos les han respondido que no, que quieren seguir siendo dirigidos por la opción nacionalista democrática, incluso en Àlava, que era considerada como un bastión de los populares. Ha habido errores a montones en esta campaña electoral que ha concluido con sorpresa, pero quizá el más llamativo haya sido ese enfoque centralista apoyado por una campaña mediática que ha resultado contraproducente.

Dos han sido los mensajes que el electorado vasco ha transmitido: una reafirmación del sentimiento nacionalista en torno al PNV, con la aspiración de conseguir un mayor autogobierno, y un no rotundo a la violencia. El gran derrotado ha sido el entorno etarra. EH ha sufrido un durísimo castigo en las urnas, perdiendo siete escaños. Otegi podrá buscar justificaciones pero miles de ciudadanos le han retirado su apoyo y han optado por Ibarretxe, al encontrar en él a ese nacionalista convencido que, además, aborrece la violencia.

Ha llegado el momento de la asunción de los errores cometidos por los partidos políticos que no han alcanzado los resultados esperados. Será duro para algunos líderes pero es mucho peor vivir de espaldas a la realidad. En otra comunidad autónoma todo se reduciría al análisis de los resultados electorales y a la formación de un nuevo gobierno. En Euskadi existe otra cuestión mucho más grave: la lacra del terrorismo. Cientos de vascos hoy siguen bajo la amenaza del tiro en la nuca o la bomba-lapa. Que gobierne uno u otro partido demócrata es secundario. Lo primordial es qué pasos hay que dar para conseguir la paz. Hoy más que nunca hace falta el diálogo.