El lunes se proponían penas de prisión para quienes amenazaran a concejales del País Vasco y los asesinos etarras no han tardado ni veinticuatro horas en responder a estas ideas antiterroristas. El zarpazo criminal se cebó a primera hora de ayer en un joven socialista que ha perdido una pierna al hacer explosión una bomba etarra colocada en su coche. El chico, licenciado en Historia, que acudía a su trabajo como cada día, no se sentía amenazado y no llevaba escoltas porque no ocupaba ningún cargo público. Pero a los asesinos todos esos detalles les tienen sin cuidado. Su oficio, lo único que saben hacer, es matar o intentarlo, amedrentar, amenazar y aterrorizar a cualquier ciudadano, sea del bando político que sea, porque todos son "somos" sus enemigos, sencillamente porque defendemos un modelo de convivencia basado en el respeto, en la democracia y en la defensa de las libertades colectivas.

Ayer también se reunían los miembros del Pacto Antiterrorista para proponer medidas que asfixien el entorno de ETA para dificultar al máximo la labor de los asesinos. Cualquier idea es buena si sirve para evitar, o al menos, poner trabas a atentados como el de ayer. La pena es que el pacto se queda cojo en cuanto que en él no están representados todos los partidos democráticos que tienen algo que decir "y mucho, en el caso de los nacionalistas vascos" en este asunto que nos afecta a todos, pero más directa y cruelmente a los vascos. Después del 11-S se ha visto y comprobado cuáles son los objetivos y el sentido del terrorismo y nadie puede ya cerrar los ojos a esa realidad.

ETA lleva cuarenta años intentando aniquilar un país entero y es hora de que se le plante cara, con todas las consecuencias. Que un político sea asesinado, que un empresario sea extorsionado, que un trabajador sea secuestrado, que un joven con ideales sea mutilado son razones más que suficientes para actuar con contundencia.