Está claro que a los norteamericanos de a pie les va el patriotismo y el recurso a la fuerza cuando sienten peligrar sus intereses, mucho más desde los atentados de septiembre de 2001. De otro modo no se entiende que el discurso y la visión del mundo que muestra el presidente George Bush le haya servido para barrer literalmente en las elecciones al Congreso y al Senado que se han celebrado en el país, y que han colocado a su partido mucho mejor de lo que estaba en las instituciones decisorias.

Si hasta ahora las cuestiones políticas en el país más poderoso del planeta encontraban cierto equilibrio "o al menos cierto tamiz" con el reparto de escaños en las cámaras legislativas entre demócratas y republicanos, ahora la arrasadora victoria de los más conservadores plantea un paisaje nuevo. Y no muy prometedor, desde luego.

Nadie ignora el afán de este gobierno por proseguir adelante, sin pararse en barreras como la ONU o la postura europea "casi siempre tibia, todo hay que decirlo" en esa escalada bélica que pretende convertir en enemigo de la democracia y la libertad a medio mundo.

Los compromisos de Bush con la industria armamentística y la nula presencia a partir de ahora de frenos legislativos hacen prever un endurecimiento feroz de las intenciones del presidente, que ha decidido asimilar el papel de sheriff del universo.

Ante estas circunstancias "aderezadas, además, con una coyuntura económica difícil" no cabe más que exigir un auténtico derroche de sentido común y de firmeza desde la Unión Europea y desde la ONU, aportando la cara de una moneda que ahora solamente tiene cruz. El mundo que nos espera está en juego y toda precaución será poca.