José María Aznar comenzó en Menorca el nuevo curso político casi como lo terminó antes de iniciar las vacaciones de verano en una isla que, por cierto, repitió protagonismo en el último comienzo de la actividad política con Aznar como presidente del Gobierno.

El responsable del Ejecutivo volvió a insistir en los temas que más preocupan al Gobierno y, en especial, sobre la estabilidad constitucional que tanto desea. Y es que el mitin organizado por el PP de Menorca fue el marco idóneo para relanzar su idea de unidad de partidos frente al Plan Ibarretxe y para pedir una conciencia común contra cualquier tipo de terrorismo, tanto nacional como internacional.

Tuvo pocas palabras para analizar cómo marcha el Gobierno, muchas para criticar determinadas posturas socialistas y ninguna para desvelar quién será su sucesor, un silencio que fue tan evidente como la necesidad de solucionar algunos de los flecos que quedan pendientes en un mandato que en marzo llega a su fin.

Aznar recuperó el discurso que dejó en junio, un discurso en el que pide una mayor implicación por parte de los partidos políticos para solucionar de forma conjunta determinados problemas que arrastra España desde hace décadas. Mejorada la economía española en el contexto europeo, Aznar no se plantea dejar la Moncloa sin cerrar sus frentes abiertos, como mejorar las relaciones con los nacionalistas o reducir la crispación originada en conflictos como el de Irak. Comienza el curso político con la misma intensidad que terminó, pero con los ojos puestos en soluciones que eviten la política de las descalificaciones y ofrezcan, de verdad, respuestas a los temas pendientes del Gobierno.