Las previsiones económicas españolas no pueden ser más favorables, según los datos ofrecidos por Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, respecto al ejercicio presupuestario de 2004 y al cierre de 2003. Este año terminaremos con un déficit cero y con un superávit de medio punto, algo que ha puesto los pelos de punta a la oposición y que ha puesto en bandeja una sucesión de críticas hacia la política económica del Gobierno.

Obviamente el dato podría ser considerado como el mejor referente para 2004 si no fuera algo engañoso y no derivara hacia la confusión. El hecho de cerrar las cuentas públicas con un superávit del 0,5 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) puede inducir a pensar que las necesidades de los españoles han quedado medianamente cubiertas en 2003 y que el buen ejercicio del Gobierno ha posibilitado que sobre dinero para 2004.

Ese argumento ha sido el empujón que necesitaba la oposición para decir que es injusto animar a las familias a que se aprieten el cinturón para decirles después que se lo han apretado demasiado.

El superávit puede pasar de ser un dato real a ser algo ficticio. Baste recordar las necesarias inversiones en hospitales y carreteras, el gran endeudamiento de las familias, las dificultades para acceder a una vivienda, etc. Es probable que el Gobierno destine ese superávit el año que viene a mejorar estas cuestiones, pero podía haberlo hecho antes de que acabara el año y sin necesidad de ponerse la medalla de terminar un ejercicio económico casi impecable.

El déficit social y sanitario es un hecho, algo que el Gobierno acepta en unos presupuestos de 2004 que, confiemos, terminen con un superávit real.