El desacuerdo de la izquierda a la hora de revalidar el pacto por el Senado abre una nueva etapa en la historia política de Eivissa y Formentera. Desde el pasado lunes por la tarde se establece un antes y un después del Pacte Progressista, por más que un representativo sector de este ámbito político quiera hablar de que lo acaecido es problema puntual y de que la, hasta hoy, única alternativa de gobierno al Partido Popular pueda volver a tener vigencia si se asumen y reparan las dificultades surgidas en ocho años de difícil convivencia. Esta nueva etapa provoca severas dudas que tienen que ser inmediatamente despejadas, porque, pese a la ruptura, es importante para los ciudadanos que los que bajo el nombre del Pacte tienen aún representación en las distintas instituciones pitiusas mantengan al acuerdo anterior, tanto si están en el gobierno -el único, el de la Ciutat d'Eivissa- como si están en la oposición -el resto- porque no hacerlo sería un engaño para quienes confiaron en ellos. No es una situación sencilla por más que se haya vuelto a la normalización del sistema porque se han logrado cosas difíciles de conseguir antes de la unión de las izquierdas, fundamentalmente el hacer ver que el PP, en Eivissa y Formentera, no tiene por qué ser invencible y que, en una coyuntura determinada, existe un soporte poblacional suficiente como para alzar a una fuerza progresista al poder. De momento, sin embargo, la ruptura es oficial y el mapa político vuelve a tener al PSOE como formación predominante y al resto de partidos como meros comparsas de los dos grandes, una situación ideal para la derecha si, como señalan las encuestas, no se perciben aspiraciones de cambio, y no sólo en el ámbito insular. El PSOE ha decidido jugársela y ha optado por recuperar la batuta; si llega el viento favorable, apuesta por que su autonomía le permitirá no desaprovecharlo.