El 50º aniversario del Tratado de Roma, que se celebrará el 25 de marzo en la cumbre de Berlín, coge a la Unión Europea en un momento particularmente difícil. Varios factores influyen en ello. En primer lugar, el recelo ante una UE a la que se reprocha estar algo vacía de contenido, lo que ha determinado un distanciamiento del ciudadano europeo ante lo que es su máxima institución. Por otra parte, aunque 18 países ya han ratificado la Constitución europea, el rechazo en referéndum de Francia y Holanda ha causado una sensación de teórica inestabilidad que va a resultar complejo superar. Y tampoco se puede dejar de tener en cuenta el descontento que entre algunos puede haber causado la ampliación de la UE con la entrada de los países del Este.

Tal es el panorama al que se enfrenta ahora una Unión Europea que para recuperar credibilidad, reforzar su unidad, y suscitar la aprobación del ciudadano, necesita por encima de todo dar una imagen de eficacia.

El nuevo presidente del Parlamento Europeo, el democristiano Hans-Gert Pöttering, lo ha dicho con meridiana claridad: «Necesitamos una Unión Europea capaz de actuar». Pöttering, eurodiputado por Alemania desde 1979, sabe bien de lo que habla y comprende que una UE algo hueca y huérfana de la reforma institucional implícita en la aprobación de la Constitución europea, está casi irremisiblemente condenada a debilitarse y por tanto a hacerse más vulnerable. Y una UE débil, incapaz de defender suficientemente sus valores e intereses, es improbable que resulte atractiva para un ciudadano europeo que cada vez la ve más como un ente económico que como un espacio político.