El Govern de Francesc Antich cumple sus primeros cien días. Cien días de un gobierno de centro izquierda en el que Unió Mallorquina juega un papel moderador de primer orden y que poco tiene que ver con el que gobernó Balears entre 1999 y 2003.

Estos primeros cien días de gobierno han venido marcados, sin duda, por la polémica de Son Espases. En tres meses, ha resuelto lo que se presentaba, en un principio, como la cuestión más peliaguda de la nueva legislatura. No ha sido fácil para Antich tomar esta decisión y ha asumido el coste político de la misma. Ha habido lógicas críticas por lo que se ha considerado el incumplimiento de una promesa electoral, pero no ha habido ninguna crisis en el Govern ni en el Pacte. Esta vez sí hay un president que decide y eso es una buena noticia. Como también es una buena noticia que existía mejor sintonía entre la Administración central y la autonómica. Eso ha permitido el anuncio de más inversiones del Estado, la firma del convenio de carreteras con los consells insulars, el desbloqueo de cuestiones estancadas (convenio de residencias, por ejemplo) y que se haya reconocido que hay que cambiar el sistema de financiación.

Estos cien días han sido de luces y sombras y, entre éstas, habría que incluir todo lo relativo al metro de Palma. Que se investigue todo lo que haya que investigar, que se depuren todas las responsabilidades que sea preciso depurar, pero que no se deje de lado un eficaz medio de transporte sólo por el hecho de que sea una iniciativa del anterior Govern.

El punto de partida del Govern era difícil y nada hacía presagiar que la travesía fuera cómoda. Aunque la inminencia relativa de un nuevo periodo electoral (las generales de marzo) y el enrarecido clima político estatal (que amplifica asuntos claramente erráticos e inoportunos como las declaraciones de Joan Lladó sobre la monarquía) hacen prever que el camino no será fácil. Lo que ahora toca es ponerse a gobernar ya. Para bien de todos.