Las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal Española y obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, en las que, en alusión al papel de la Iglesia durante la Guerra Civil y el franquismo, admitió que «ante actuaciones concretas, sin erigirnos orgullosamente en jueces de los demás, debemos pedir perdón y reorientarnos», ha provocado distintas reacciones en las diversas formaciones políticas.

Cabe destacar que las palabras de Blázquez son las primeras en las que la Conferencia Episcopal admite la necesidad de enmendar los errores cometidos por la Iglesia española en el pasado, en especial por su colaboración con un régimen dictatorial como el encarnado por el general Franco. El discurso del prelado con motivo de la XC asamblea plenaria, que se centró en el casi medio millar de mártires de la Guerra Civil beatificados recientemente por el Papa, reivindicó la legitimidad de la Iglesia a cultivar su propia memoria colectiva; circunstancia que aprovecho para pedir que «se haga plena luz sobre el pasado: Qué ocurrió, cómo ocurrió, por qué ocurrió y qué consecuencias trajo».

No cabe duda que se ha producido un cambio de actitud de la Iglesia española respecto a su intervención en unos de los períodos más oscuros de nuestra reciente historia, algo que se ha valorado de manera positiva desde el Gobierno socialista, mientras que las formaciones más radicales exigen un pronunciamiento todavía más contundente de condena al régimen franquista y al apoyo prestado desde los púlpitos. Sorprende, en todo caso, la tibieza del Partido Popular al tratar de minimizar la declaración de Blázquez.

Las medidas frases del presidente de la Conferencia Episcopal Española abren, sin duda, un nuevo período en el que «nadie tiene derecho a sofocar los legítimos sentimientos de otro ni de imponerles los propios».