La hasta ayer portavoz del Partido Popular de Balears, Catalina Soler, ha decidido dejar el cargo dando un portazo y aprovechar su última comparecencia ante los medios de comunicación para denunciar la caótica situación en la que se encuentra sumida esta formación política que preside Rosa Estaràs. Soler, imputada en el 'caso Caballistas' en su condición de ex alcaldesa de Felanitx, ha responsabilizado directamente a la cúpula del PP de la situación interna que se vive en la sede de la calle de Palau Reial en la que, según su opinión, «ahora no hay nadie, y si se actúa es para ponerte la zancadilla». Durísimas palabras de quien era la cara y la voz del PP en las Islas y que nadie de la dirección de los conservadores ha querido replicar.

No hay lugar a dudas de que el mensaje que lanzó Soler "que no ha renunciado a su escaño" tras conocerse la sentencia condenatoria del ya ex alcalde de Llucmajor, Lluc Tomàs, fue confuso y un tremendo error que ella atribuye a la descoordinación en materia de comunicación ya que, al final, la propia presidenta Estaràs le acabó desmintiendo. El desencuentro de Soler y Estaràs era evidente desde el mismo momento en que la primera se decantó por uno de los candidatos alternativos al oficialista en el inminente congreso insular de Mallorca.

Con todo, los reproches de Catalina Soler dejan en evidencia el caos interno que se vive en el entorno de Rosa Estaràs con un Partido Popular acosado por los escándalos de corrupción durante la pasada legislatura que tapan los logros alcanzados durante su gestión al frente del Govern, circunstancia que anula su papel de oposición en el Parlament y el resto de instituciones. La salida de Soler podrá ser entendida como anecdótica, pero esconde una situación larvada en el Partido Popular que sus actuales dirigentes deben resolver cuanto antes si quieren evitar su explosión traumática.