La era de Barak Obama ha dado comienzo tras la ceremonia de investidura celebrada en la capital norteamericana ayer y lo ha hecho con un discurso en el que el 44 inquilino de la Casa Blanca no ha eludido los retos, pero que apunta directamente a la esperanza.

«A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y comenzar de nuevo la tarea de reconstruir los Estados Unidos. Porque, por donde quiera que miremos, aún hay trabajo que hacer», afirmaba Obama, poniendo sobre la mesa que el camino que debe emprenderse no es fácil y requiere adoptar un nuevo punto de vista, un nuevo punto de inicio.

Su discurso, muy medido, ajustado en los tiempos, aludió a la tremenda crisis económica y la atribuyó a la avaricia y la irresponsabilidad de algunos y pidió responsabilidad para afrontar esta nueva época. Tendió también un puente al mundo musulmán y prometió un acercamiento basado en el respeto mutuo. Instó, además, a los norteamericanos a retomar los viejos valores (trabajo duro, honestidad, justicia, tolerancia y patriotismo) para dar comienzo a un nuevo capítulo de la historia.

Todo apunta a una Administración más cercana al diálogo y menos militarista. Y las primeras palabras del presidente Obama han sido acogidas con satisfacción por la mayor parte de la comunidad internacional, ansiosa de poner fin a la época de George W. Bush. Pero estamos, por el momento, en el inicio de una nueva presidencia sobre la que habrá que hacer valoraciones cuando existan más elementos de juicio sobre sus actuaciones. Hoy por hoy, todo es esperanza de cambio, un cambio a mejor que, dada la herencia precedente, era previsible y deseable.