Representantes del mundo de la cultura han firmado un manifiesto en el que dejan patente su desagrado con el derrotero que el mundo de la política está tomando en nuestro país. En el texto, los 250 firmantes recuerdan que «la política representa en la tradición democrática el protagonismo de los ciudadanos y palabras como diálogo, compromiso, conciencia, legalidad y bien público están más cerca de la 'verdadera política' que otras más comunes en nuestra vida como corrupción, paraíso fiscal, soborno, opacidad o escándalo».

Tienen razón y recuerdan aquel tiempo en el que el político era esencialmente alguien que sólo pretendía mejorar la vida de sus semejantes y por supuesto ejercía su función sin cobrar. Hoy recuperar aquella figura es del todo impensable, porque la sociedad entera se ha estructurado de tal forma que sin burocracia cualquier cosa es casi imposible.

De ahí que el ciudadano medio haya dejado de desconfiar en la clase política para pasar a sentir auténtico hartazgo. Desde el 'caso Gürtel' a los catalanes, pasando por los gallegos y sin olvidar a los muchos escándalos que vivimos en Balears, la cosa pública está siendo día tras día íntimamente relacionada con la rapiña, lo deshonesto y lo indecente.

Con estos antecedentes es difícil creer las promesas de Zapatero cuando dice que va a reforzar los medios de control de la corrupción, porque da la sensación de que es el propio sistema político el que favorece el cáncer de la corrupción, que se extiende desde hace años por todos los partidos y por todas las instituciones, desde los municipios pequeños hasta los ministerios.

Sólo un profundo cambio de mentalidad "en el que deje de primar sobre todo lo demás el enriquecimiento voraz" podrá devolver el altruismo y la honestidad a la actividad pública.