Era medianoche y la luna apenas sobresalía de entre los cielos dejando oculta la mitad de su cara mientras su otra y visible mejilla hacía también esfuerzos por no dejarse ver. La oscuridad era tan intensa que ni los grillos se atrevían con su "chirrí" "chirrí" a dejarse oír. Ni tan siquiera las sombras de los turistas que habitaban las viviendas alquiladas de forma ilegal y ocupadas a través de medios fraudulentos que las administraciones eran incapaces de atajar eran perceptibles. Y así uno gritos aterradores, como proveniente de ultra tumba y acompañados de sonidos espantosos en forma de rock, house, chill out y otros aún más terribles se mezclaban entre los aullidos que podían escucharse a lo lejos - pero como si realmente estuviesen pegados a mi oído - y que decían algo así como - ¡Fiesta! ¡Fiestaaa! - y que sonaban aterrantes en todas las ciudades y pueblos, valles, playas y campos estériles, decrépitos y tórridos producto de la sequía que los envolvía y mataba lentamente sin piedad.
OPINIÓN| Enrique Moreno Torres
Pesadilla en (Sant) Elm Street
Eivissa02/08/14 0:00
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