No sé qué tiene que pasar para que los políticos sean conscientes de que los tiempos están cambiando y que los ciudadanos, que han callado durante mucho tiempo, no quieren ni abusos ni prebendas desproporcionadas. Es un auténtico despropósito que un diputado nacional, por ejemplo, pueda cobrar entre 3.000 y 4.000 euros al mes, además de billetes de avión, dietas por alojamiento y traslados, y que también se les permita mantener un despacho abierto, asesorar empresas y vayan a saber si algo más. No es lógico. Hoy en día, con 5.000.000 de parados, es un insulto que compaginen estos sueldos y otras actividades profesionales. Algunos dirán que los políticos cobran poco, y quizás es cierto si tenemos en cuenta solo el sueldo del Congreso de los Diputados porque la vida en Madrid es muy cara, pero el aguinaldo que se llevan es una cantidad que, en algunos casos, roza la inmoralidad. Véase Trillo o Martínez Pujalte, marido éste último de la secretaria de Estado de Turismo, la mallorquina Isabel Borrego. Pero no sólo en el Congreso ocurren estas cosas. Se dijo hace unos meses en el Parlament balear que no se modificaría el número de escaños porque eso suponía un atentado gravísimo a la Democracia (ya me dirán) pero sí se harían cambios sobre las incompatibilidades. Pues no señor. Los diputados seguirán cobrando, si lo desean, 3.000 euros al mes, además de dietas por alojamiento, billetes gratis, otras dietas para comer y cenar, gastos de taxi, pero se les permitirá tener otra actividad profesional. Yo lo considero un auténtico despropósito, que los partidos se han negado a modificar. De los diputados ibicencos podríamos contar algunos casos de ingresos por rendimiento de trabajo que permitiría que varias familias pudiesen vivir todo el año.